miércoles, 8 de febrero de 2012

Wake up.

"El sueño es el cumplimiento (disfrazado) de un deseo (reprimido, apartado)" 
                                                                                                                                Sigmun Freud. 


Es impresionante la forma en la que los sueños que tienen te hacen plantearte qué estás haciendo con tu vida. 
Anoche tuve un sueño. Soñé que estaba en un autobús, de camino a casa de mi madre. Estaba sentada al final del todo, apoyada en la ventana, escuchando música. 
Sin embargo, aparte del mío, el resto de los asientos estaban vacíos.
El viaje, como todos los viajes en los sueños, acabó en segundos. Cuando pisé la estación, estaba igual, o más desierta aún que el autobús que me llevó hasta allí. Ni pasajeros, ni conductores, ni empleadas en la taquilla. En la cafetería en la que me suelo tomar un café con mi madre cada vez que tengo que volver a casa, tampoco había nadie. Ni siquiera se oían ruidos, lo que convertía aquella estación fantasma en un lugar aterrador.
Me encontraba inquieta, sí, pero no dejaba de ser un sueño. Sin mirar a mi alrededor, donde seguía sin aparecer ni un triste perro, salí de allí.
Mi impresión inicial de la llegada no se suavizó al ver que la ciudad estaba también deshabitada. Una réplica perfecta de Oviedo, pero sin un alma, se extendía ante mis ojos. Cada vez más angustiada, pero sin poder despertarme, corrí por las calles, hacia la casa de mi hermana. Pero, al llegar a la cuesta que hay que subir antes de llegar a ella, vi que arriba del todo estaba mi madre. 
Aliviada, y al borde del llanto, comencé a subir. Pero la cuesta se hacía más y más empinada, y, como siempre intentaba subir lo más rápido posible, corriendo, me caí varias veces, para descubrir que, al levantarme, volvía al punto de partida. 
Y mi madre seguía de pie, al final, imperturbable. No estoy muy segura de si se dio cuenta de que estaba intentando alcanzarla. 
Al final desperté, con la sensación de dolor por todo el cuerpo que había tenido en el sueño, a causa de las caídas. 

Supongo que no puedo dar a este sueño una perspectiva profesional que le daría un psicólogo. Pero puedo darle mi propia interpretación. 
Toda mi vida he tenido miedo a la soledad. Odio sentir que no tengo nadie a mi lado, alguien a quien poder contarle mis temores, mis secretos, alguien que conozca mis manías, que me aguante y que me ayude a levantarme cuando me caigo. Es difícil encontrar alguien así, y dicen que cuando lo tienes es una de las mejores sensaciones del mundo. 
 Espero que el día que lo encuentre sepa valorarlo. 
Otro aspecto relacionado con mi vida, es que, en mi infinita paciencia (apréciese la ironía en cada palabra), nunca sé hacer las cosas despacio. Siempre quiero llegar antes, o acabar algo deprisa, aunque sea haciéndolo mal, aunque me caiga mil veces. Y no suelo rectificar ese fallo. 
Tal vez haya llegado el momento de tomarse las cosas con calma, de planear el siguiente paso a dar, o acabaré cayéndome de nuevo, sin nadie que me ayude a levantarme y en el principio del camino. 
Supongo que debería empezar a cambiar este punto, antes de que sea demasiado tarde y el sueño se acabe. Porque, cuando eso ocurra, no será precisamente para despertar en mi cama. 






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