domingo, 19 de febrero de 2012

I always end up hurtin' you...



Adoro la capacidad que tiene mi madre para dar consejos. En serio. Siempre sabe decir lo correcto en el momento adecuado. Esta vez, lo ha hecho de forma especial. Me ha contado una fábula. Sí, ya sé que no suena bastante halagüeño, pero creo que se puede sacar algo de ella...


"Un día, un padre le dijo a su hijo que tenían que ir a la cuidad, a hacer negocios. El camino era largo, y la carga pesada, por ello llevarían con ellos un burro. Se pusieron en camino, los dos caminando al lado del animal. 
Para llegar a la cuidad, tenían que pasar primero por varios pueblos, y, al llegar al primero, el padre y el hijo oyeron a la gente que cuchicheaba:
-Mirad a esos dos, vaya torpes, teniendo un burro, van a su lado, caminando, sin subirse a él y así no cansarse. 
Al salir del pueblo, el padre pensó que era buena idea, y subió a su hijo a lomos del burro.
Pero, al llegar a otro pueblo, la gente que los veía murmuraba a su paso:
-¿Habéis visto que niño tan desconsiderado? Va encima del burro y su padre, que es mayor y se cansa con más facilidad, va caminando a su lado. Qué vergüenza. 
Al salir de allí, padre e hijo cambiaron los roles: ahora iría el padre subido en el animal. 
Al siguiente pueblo, la gente seguía cotilleando, esta vez diciendo:
-Dios mío, ¡que irresponsable ese padre, qué tirano! El va encima del burro y el pobre chaval, andando a su lado... 
Al final, acabaron los dos subido en el burro. Y en el siguiente pueblo...
-¿Habéis visto a esos dos? ¡Subidos en el pobre animalito, que tiene que soportarles a ellos y a la mercancía! Que crueldad..."


A simple vista no parece más que un texto cualquiera sacado de algún ejercicio de un libro de Lengua. Aún así, mi madre me hizo ver que la enseñanza de esta fábula es que no se puede tener contento a todo el mundo, que hagamos lo que hagamos siempre va a haber alguien que esté en desacuerdo.
Personalmente, llevo toda mi vida intentando hacer lo mejor para todos, aunque eso significara que hubiera momentos en los que me tenía que aguantar ciertas cosas, momentos en los que no pudiera hacer lo que yo quisiera, momentos en los que tenía que sacrificarme, todo porque los que me rodean no lo pasaran mal, o simplemente no me juzgaran. 
Llegué a un punto en el que tenía que fingir todos los días una sonrisa, todo para que las personas que se preocupan por mi y que me quieren no tuvieran que molestarse.
Pero hoy me doy cuenta de que todo aquello no ha servido para nada. 
Sí, les he ahorrado disgustos y preocupaciones a algunas personas, pero se los he dado a otras. 
Ahora comprendo que el estado de felicidad no existe, que todos tenemos problemas, que todos nos equivocamos y que tenemos que lidiar con ello, y que cada vez que superamos algo, es una experiencia que nos hace aprender. 
Ha llegado el momento en el que tengo que mirar por mí, por estar bien conmigo, y, aunque eso no signifique que lo que piensen y sientan los demás me dé lo mismo, tengo la sensación de que puedo preocuparme por ello, pero poniendo a mi persona en lo alto de mi lista de cosas a tener en cuenta. 
Por que errores he cometido, sí, y bastantes, pero, si después de una disculpa y arrepentimiento sincero, siguen sin tener solución, ¿qué más puedo hacer?
Creo que, si cada uno sentimos que nos arrepentimos sinceramente por cada error en nuestro interior, es suficiente para limpiar nuestra conciencia y seguir adelante. 
Espero no equivocarme. 



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