domingo, 5 de mayo de 2013

30

Domingo, siete de la mañana. Fuera hace frío, pero poco me importa que se me ponga la piel de gallina. No debería fumar a estas horas, sin haber comido ni dormido. Pero me da igual. Desde hace un tiempo casi todo me da igual. Intento preocuparme por la cosa más banal que se me ocurra, pero fracaso. Es como caminar sin rumbo, sin una meta fija. Es una sensación odiosa. Podría quedarme aquí, en mi terraza, con el pijama, el frío y el humo del tabaco, sin moverme, para siempre, que tampoco me importaría. Tal vez así pille una neumonía y sienta algo de una jodida vez.
-¿¡Qué haces aquí fuera!?
Genial. Tengo compañía.
-No puedo dormir, vuelve a la cama.
-¿Estás tonta, hija? Hace un frío de muerte. Vas a ponerte enferma. Entra.
No pienso moverme y él lo sabe. Se sienta a mi lado.
-Podrías al menos dejar de fumar.
-Deja tú de comer.
-Qué dramática estás hecha. Suspira. Bueno, ¿me vas a contar ya de una vez qué te pasa?
Buena pregunta. Si al menos yo lo supiera...
-No me pasa nada.
-¿Sabes? Mentir siempre se te ha dado muy bien, pero no me creo que salgas a las siete de la mañana, aún con el maquillaje en la cara, a fumar a la terraza con el frío que hace si no te encontraras mal. Así que haznos un favor a los dos y suéltalo ya.
-Es que... no sé cómo explicarlo. Ni siquiera sé qué es lo que me pasa exactamente.
-¿No? Vaya. Sabía que me ibas a contestar algo por el estilo, aunque confiaba en que al menos intentaras ponerme alguna excusa. Pero he venido por algo. Yo sí sé lo que te pasa. Lo sé de sobra desde hace tiempo. Si no dije nada es porque creía que con el tiempo te darías cuenta de todo tú solita y pondrías ese lío que tienes por cabeza en orden. Pero no. En eso me has decepcionado. Siempre has sido autosuficiente. Pero te has topado con algo que no puedes manejar ¿eh?
Este hombre, siempre sorprendiendo. Fijo la vista en el cigarrillo que ya no me apetece fumar y me dispongo a escucharle.
-Supongo.
-De "supongo" nada. Estás perdidísima. Cuando viniste el año pasado lo supe. Creo que en cuanto te subiste al coche con la última maleta y te volviste un momento, estabas pensando en todo lo que dejabas atrás. Bueno, en todo lo que dejabas atrás no, en lo que dejabas atrás. En él, vamos. A los demás a lo mejor les puedes confundir, pero para mí es como si al intentar esconder lo que no quieres que sepa, me lo estuvieras gritando a la cara.
Impresionante. Siempre pensé que tenía secretos para él.
-Pues eso. Cuando viniste, te puse como un plazo o algo así, un tiempo para que pudieras olvidar y empezar de cero. No sólo el curso si no todo en general. Y al principio parecía que ibas bien. Intentabas esconder lo que sentías con tanta tenacidad que debo admitir que casi conseguiste engañarme. Pero ya te he dicho antes que a mi no me la cuelas. Sin que te dieras cuenta tenía el ojo puesto en ti constantemente. En casa hacías las cosas más o menos bien, pero sé que en cuanto salías por la puerta te despistabas completamente. Yo te quiero hija, pero nunca has sido alguien con los pies en la tierra. Siempre has estado en tu mundo. Sólo que esta vez tu mundo es... una mierda. Y sé que es porque le echas de menos. Porque estás frustrada porque no puedes verle. Pero no puedes seguir así. Quiero a la niña insoportable que siempre se olvida de recoger la cocina, que se encierra a cantar es su cuarto creyendo que no la oigo, y que llega a casa a las cinco de la mañana los sábados y se pone a hacer ruido hasta que me despierta. Y la quiero feliz. Sé de sobra que puedes ir y buscarle si quieres. ¿Por qué no lo haces?
Inspiro profundamente. No llores Erika.
-Me da miedo.
-¿Miedo? ¿Te da miedo? Un chico de... ¿cuántos eran? ¿23? Anda que la edad... ya te vale, por cierto... No te puede dar miedo. No deberías tener miedo. No eres de las que se asustan por tonterías, aparte de los payasos y los hospitales... Él no puede hacerte nada. Es más, si quieres voy yo contigo.
-¡Pero qué dices!
-Pues entonces hazlo tú. Pero hazlo bien y hazlo pronto. Sé que piensas que su actitud habrá cambiado, que ha pasado ya un tiempo, que también te da vergüenza... Pero, sea lo que sea, tienes que quitarte esa losa de encima. Yo sé que cuesta, pero créeme, aunque vayas y el resultado sea nefasto, cuando hayas sentido que has dicho lo que tenías que decir, todo será mas fácil. Ahora estás estancada. Tienes que soltar lo que sientes para poder seguir, con o sin él. Así podrás volver a ser la que eras.
Ahora sí que estoy estupefacta. Nunca había visto a mi padre darme consejos de esta manera.
-Hace frío. Voy a entrar. Tú... ya sabes lo que tienes que hacer. Y pase lo que pase, estaré en casa para ti.
Sigo con la piel congelada, aún así, siento algo de calor. Tiene razón. Siempre la tiene. Es hora de cambiar, de empezar de cero, o lo que sea. El cigarrillo ya está completamente consumido, así que lo tiro y entro con un objetivo en la cabeza.