miércoles, 8 de enero de 2014

E.

[...]
-El amor es una mierda. Sólo sacas dolor, dolor y más dolor. Eso sin contar la decepción. Y la incapacidad de volver a querer a alguien de la misma manera. Es todo una santísima mierda. Estaríamos más seguros sin él.
-Lo dudo.
-¿Lo dudas? ¿Tú? Tú más que nadie deberías pensar que ese parásito no hace más que volvernos desgraciados.
-Yo más que nadie...
-Lo diste todo. Y perdiste.
-Bueno.
-¿Bueno? Te mudaste de ciudad, dejaste todo atrás. Cambiaste, apenas siendo una cría de diecisiete años. Y para nada. Él ya no estaba cuando fuiste detrás. Y te encerraste. Te emborrachaste mil veces. Lloraste otras mil. Atrévete a decir que el amor es bueno.
-Y sin embargo, aquí sigo.
-¿Qué quieres decir?
-Joder, sigo aquí. De pie. Las cosas se superan con el tiempo, ¿sabes?
-Tú siempre tan positiva. Como si yo no supiera que sigue habiendo miedo tras esa fachadita de "todo me da igual".
-Hostia, claro que lo hay. Vaya si lo hay. ¿Crees que me gustaría volver a pasar por eso? No querer nada, no sentir nada más que asco. Y dolor. No salir de la cama. Estudiar la forma de las paredes y el techo del cuarto. Poner la música tan alta que en cualquier momento parece que te va a dejar sordo. Y autocompadecerte. Las rupturas son jodidas, pero cada uno decide cómo superarlas. Y no por eso hay que encerrarse.
-No, si ahora me dirás que no cambiarías todo lo que pasaste...
-No. ¿Sabes? Un día me levanté y ne dije que así no iba a cambiar nada. Él no iba a cambiar de opinión. Y yo no podía reducir mi vida a alimentarme a base de recuerdos. Tengo amigos. Familia. Miles de hobbies y una capacidad de distracción que asombra a la mayoría de mis profesores. ¿Por qué vivir amargada?
-Y elegiste olvidar.
-Respuesta incorrecta. Eleguí seguir. Con todo.
-Explícate.
-Los momentos que pasaba a su lado eran asombrosos. Aprendía, enseñaba, me reía, pensaba... Los días que sabía que iba a verle me levantaba más contenta que un crío de seis años la mañana de Reyes. Las personas construimos nuestra vida con experiencias, así que, ¿por qué suprimir las más bonitas?
-Pero esos recuerdos... duelen.
-Ah, sí. Al principio. Queman. Pero la idea es que, tarde o temprano, llegará alguien para apagar ese fuego. Y encender otro. Te hará sentir con la misma intensidad que la anterior, tal vez incluso más fuerte.
-Y volverás a meterte la hostia.
-O no. No lo sabes. Y si es así, te levantarás. Así funciona. Poco a poco todo se junta de manera que vas tejiendo tu vida, con lo malo y lo bueno. Si quieres que los colores se armonicen, no puedes olvidarte, ni sólo de lo bueno, ni sólo de lo malo. Hay que coger ambos. Y te digo que, al juntarlos, sale un tapiz jodidamente hermoso.

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