sábado, 5 de enero de 2013

S.

-¿Nunca has sentido que, de alguna manera, te estás perdiendo a ti misma? No sabría explicarlo muy bien, pero es como que, poco a poco, vas perdiendo cualquier idea de futuro que tenías. Todos los planes que has ido construyendo, todas las esperanzas y los sueños se van desvaneciendo. Paulatina e imperceptiblemente. Y, cuando te quieres dar cuenta, el lienzo que has ido pintando con lo que iba a ser tu vida, vuelve a estar en blanco. Y te dices a ti misma que puedes volver a pintarlo, pero no hay pinturas, ni acuarelas, ni una jodida cera. Y te quedas ahí, parada, pensando qué hacer, pero no se te ocurre nada. Y miras alrededor, y los lienzos de los demás están tan llenos de colorido que te llenas de envidia y rabia. Y te consumes, poco a poco, como los colores de tu cuadro. 
Pero de pronto aparece alguien que te ofrece sus pinturas. Aunque estén algo gastadas. Y tú las aceptas y empiezas desde el principio, y empiezas a sentir algo de la ilusión que te llenaba antes. Cada día pintas un poco, y cuentas con la aprobación y la ayuda de la persona que te presta sus colores. Y te permites sentirte vivo otra vez. Es lo más parecido a la felicidad.
-Crees que es felicidad, vale. ¿Y pensabas que duraría siempre?
-¿La felicidad? No. No dura para siempre. Es más, es jodidamente corta. Es como una estrella fugaz. La persona que estaba a tu lado mientras volvías a pintar tu cuadro se va. Como todo. Pero no se va sola. Se va con su lienzo, y con sus pinturas. Y vuelves a quedarte sola, sin material y estancada. Y lo único que puedes hacer es intentar mantener los colores que pintaste mientras él te ayudaba, preservarlos para que sigan brillantes, no importa de qué forma, simplemente conservarlos. Y los demás no se darán cuenta de una mierda. No les importa tu puto cuadro, sólo el suyo, ¿sabes? Eso es lo peor de todo. Y a los pocos que les importe un mínimo no puedes dejarles que vean que eres un desastre. Por eso hay que conservar los colores, por ellos. No puedes permitir que desatiendan sus lienzos por el tuyo. No sería justo, además, ¿aceptarías su ayuda para que luego vuelvan a dejarte tirada? Sería de locos arriesgarse. 
-Es una bonita metáfora. Sinceramente espero que no estés ni borracha ni colocada para haberme contado esto. 
-Tu confianza en mi parece inquebrantable, ¿eh?
-Hablo en serio. Mírate. Estás completamente perdida. Cada vez vas a peor y yo sé bien que es por él. Yo también lo he pasado mal ¿sabes? Y todo se supera. 
-Esto no. 
-¿Cómo lo sabes?
-Lo sé y basta. Ninguno sabéis lo que siento, pero yo sí. 
-Aclárame de una puta vez lo que sientes por él.
-¿Quieres que te sea franca? Lo siento todo por él. A su lado aprendía, me sentía viva, me levantaba por una buena razón. Y ahora que no está no hago más que buscar una cara que se le parezca por todas partes, y cada día es más frustrante porque me voy dando cuenta poco a poco que no la hay. Y aunque la encuentre, el interior no será el mismo. Le echo tanto de menos que hasta me quema. Y lo peor de todo es que no sé si salir a buscarle o olvidarle. Si voy por él, me da miedo que haya cambiado y de repente no me guste lo que encuentre. Y si decido olvidarle y seguir adelante, me da miedo el hecho de perder a una persona tan especial. 
-Entonces la decisión depende de ti. Y recuerda que, decidas lo que decidas, eso condicionará tu futuro. 
-Lo sé, y eso es lo que más miedo me da de todo esto. Pensar que, de una forma u otra, dependo de él. 
-Una última pregunta.
-Dime
-En tu cuadro... ¿cuál es el color que predomina? 
-¿A qué viene eso ahora?
-Contesta.
-Marrón. Como sus ojos. Y como los míos. 

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