lunes, 11 de junio de 2012

Fear.

15:18. Lunes. Una taza de té que ya está fría descansa en el escritorio. No sabe ni para qué la ha hecho, porque está tan intranquila que apenas puede dar un par de sorbos. Tiene puesta la música que normalmente la tranquiliza, pero ni con esas consigue calmarse. Ni siquiera se da cuenta hasta bien tarde que tiene la misma canción en modo repetición, y sigue sonando una y otra vez. 
Afuera llueve, y hace frío, pero no más que el que siente dentro. Rememorando cada segundo que pasó en el tren, en compañía de alguien que, sin querer, se ha colado en su mente y no la deja en paz. 
Resulta curioso que haya aparecido justo ahora que se prometió a sí misma que después de dos años pasándolo mal por una persona, no iba a volver a caer en el mismo agujero. 
Pero se ha dado cuenta de que no se ha tropezado con la misma piedra. No es algo que haya experimentado antes. Al lado de lo que siente ahora, lo anterior no es más que una nimiedad. Lo cual no pone las cosas más sencillas, precisamente. 
Ahora los días se le pasan demasiado lento pensando cuándo puede volver a verle, pensando qué la próxima vez le dirá lo que piensa. Sólo quiere quitarse esa carga de encima, volver a la rutina que, aunque aburrida, por lo menos es algo que conoce y que sabe que a corto plazo no hace daño. 
Pero esas "próxima vez" llegan, una tras otra y no es capaz de sacar el tema siquiera. Y, cuando él desaparece por la puerta, se siente estúpida. Que es lo que es, claro.
Estúpida por no ir a clase. Estúpida por haberle seguido el jueguecito de las miradas aquel día. Estúpida por acercarse a preguntar su nombre. Estúpida por hablar con él. Más estúpida aún por seguir haciéndolo aunque sabe que se está pillando de quien no debe. 
Pero en el fondo, muy en el fondo, sabe que no debería culparse. Que estas cosas pasan. Que ella no lo vio venir, que no puede hacer nada.
Sin embargo, está ahí. Y no es precisamente agradable la sensación de que no es lo suficientemente perfecta para él. De que hay un montón de chicas mil veces superiores que podrían hacerle mil veces más feliz de lo que ella puede. La sensación de pusilanimidad que se acrecienta cuando está a su lado. La sensación de ser consciente que él no se va a conformar con alguien como ella. 
Uno de sus principios es que, antes de dar algo por perdido, hay que intentar conseguirlo, pero esta vez no está del todo segura.
Aunque tampoco va a romper ese principio. 

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